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Prevalencia parasitaria en tortugas (Geochelone carbonaria y Geochelone denticulata) en el centro de recepción y rehabilitación de fauna silvestre del dama en Engativá

 

Introducción

Para el mantenimiento integral de reptiles silvestres en cautiverio es necesario establecer programas preventivos de manejo a través del ajuste permanente de protocolos biológicos y sanitarios, porque en está situación hay implícitos altos niveles de estrés por la captura y el confinamiento que generan la entrada a círculos viciosos con el consecuente recrudecimiento y manifestación clínica de enfermedades latentes o la adquisición de nuevas patologías (Woodford y Rossiter, 1994). En reptiles el ajuste de los protocolos de manejo biológico y sanitario busca atenuar los factores pre-disponentes al estrés con mecanismos diferentes al enriquecimiento ambiental por la poca predisposición a la improntación que tienen estas especies, enfatizando en un estricto manejo de la humedad relativa y la temperatura, en el mantenimiento de las densidades adecuadas y en la manipulación únicamente para actividades urgentes, lo cual debe ir acompañado de cuarentenas cortas que eviten contacto con otros animales cautivos, enfermos o sanos (Mader, 1996; Woodford y Rossiter, 1994). Paralelo al manejo biológico, si se manejan animales para rehabilitación y posterior reinserción al medio natural, los aspectos sanitarios se deben ajustar a los procedimientos clínico-diagnósticos para detectar agentes infecciosos lo cual puede hacerse directamente con procedimientos convencionales o moleculares y siempre acompañados de información sobre las patologías existentes en los lugares de distribución natural de las especies (Woodford y Rossiter, 1994). Si hay deficiencia diagnóstica queda la posibilidad de que los animales porten patógenos y /o mueran por ellos con la consecuente introducción del patógeno en nuevas áreas “in situ” y /o “ex situ” tras ser movilizados, translocados, introducidos o reintroducidos y con ello generar enfermedades en animales coexistentes bien sean domésticos o silvestres con sistemas inmunes ingenuos. No se debe menospreciar el movimiento de ningún ejemplar pues es bien conocido que aunque “un solo individuo no es representativo de una especie”, “un solo individuo si es un paquete 4 biológico que contiene una selección biológica de virus, bacterias, protozoos, helmintos y artrópodos que pueden ser generadores de problemas en otro ambiente o hábitat” (NETTLES, 1988). Casos bien reportados en la literatura dan cuenta del impacto del desconocimiento que dicho paquete biológico seleccionado y sin el diagnóstico apropiado tiene en la conservación. En África, rinocerontes negros (Diceros bicornis) murieron por una tripanosomiasis fatal luego de su captura y translocación sin mostrar evidencia física de enfermedad (Woodford y Rossiter, 1994); en España la introducción de dos cebras (Equus burchelli) introdujo la enfermedad viral del caballo africano (OIE, 1987); en Arabia Saudita la movilización dentro del mismo país del antílope (Arabian oryx) llevo a la muerte por tuberculosis a 57 animales sin previos síntomas clínicos (HEUCHELE, 1990); en Estados Unidos la movilización del procionido (Raccon lotor) de Texas a Virginia introdujo en este último estado la parvo virosis hoy una enfermedad endémica en la población local de Raccon lotor (ALLEN, 1986). En 1955 el traslado de renos (Rangifer tarandus) de Noruega a Greoenlandia introdujo la mosca de las narinas (Cepehenemyia trompe) originalmente no detectada en Groenlandia y que afectó a la población local de caribúes (Rangifer tarandus groenlandicus) (THING, 1983); Tortugas (Xerobates agassizii) no deseadas por sus dueños en aparente buen estado de salud fueron liberadas en el desierto de Mojave y los animales liberados infectaron a las tortugas locales con fatales síndromes en las vías respiratorias altas (JACOBSEN et al., 1991) Dentro del ajuste de los protocolos sanitarios, el diagnóstico parasitario específicamente debe tener en cuenta los contextos epidemiológicos ambientales y la distribución ecológica de vectores que pueden crear problemas insospechados. Un ejemplo de este desconocimiento es el traslado en Australia de 50 koalas libres de parásitos desde un área libre de parásitos a una zona endémica de garrapatas Ixodide sp., los animales sufrieron una rápida infestación -parálisis de la garrapata- y sucumbieron rápidamente (WOODFORD y ROSSITER, 1994). En Zambia antílopes (Kobus leche) se trasladaron dentro de las misma zona a un lugar infestado de garrapatas (Amblyoma variegatum) que son vectores de Dirofilaria sp. y en dos meses 56 antílopes murieron y las necropsias revelaron infestación por garrapatas y lesiones compatibles con Dirofilaria sp. (PANDEY, 1991). Adicionalmente, en reptiles y anfibios se debe redoblar la vigilancia diagnostica parasitaria por su doble condición ecológica como huésped final e intermediario (WOODFORD y ROSSITER, 1994). 5 Conscientes de que son pocas y excepcionales las bases de datos sobre los agentes infecciosos –bacterias, virus y parásitos- presentes en fauna silvestre en general y específicamente en reptiles, se realizó el presente trabajo sobre las prevalencias parasitarias en Tortugas del Genero Geochelone, especies G. carbonaria y G. denticulata que son uno de los grupos que más ingresan al Centro de Recepción y Rehabilitación de Fauna Silvestre del DAMA en Engativá, pues son muy apetecidas como mascotas.